¡Arriba los corazones!

"Sed tengo", "Sitio" en latín, es una de las siete palabra de Jesús en la Cruz. Es Su disponibilidad que convoca a la nuestra, invitándonos al “sacrificio de la alegría”: a “hacer de tripas corazón”, para mirarlo a Él.

¡Arriba los corazones! es una frase de aliento que nos remite al "Elevemos el corazón" de la Misa, que nos dispone para el sacrificio, dejando que Él nos dirija.

domingo, septiembre 10, 2006

Rembrandt y los dos Josés de la Biblia




El primer grabado se centra en José, el hijo de Jacob, que relata sus sueños. La ilustración es extraordinaria: prácticamente se adivina la secuencia. La impresión que produce es casi cinematográfica. 
El siguiente grabado, que aparece a modo de acápite en este blog, es una ilustración del versículo 51 del capítulo 2 de San Lucas, que culmina el episodio del niño perdido y hallado en el Templo: "Bajó con ellos y vino a Nazaret, y vivía sujeto a ellos."  En este episodio, dice un comentador griego (Catena Aurea):
... (Jesús) nos enseña que hay tres cosas que deben aventajar a las demás: amar a Dios, honrar a sus padres y dar la preferencia a Dios aun sobre los mismos padres. Porque cuando fue reprendido por sus padres, considera como de poca importancia todas las cosas que no son de Dios, y luego obedece también a sus padres.
Esta actitud, que puede parecer paradójica, abarca en un solo movimiento a Dios y a los hombres, y es característica del ánimo religioso.
El arte de Rembrandt logra transmitir instantáneamente, mucho antes del Siglo XX y del cine, a través de la imagen, la complejidad de los estados de ánimo, invitándonos a descubrir su trabazón, hasta el límite mismo de lo natural y lo sobrenatural, que los temas bíblicos explicitan. En el caso de los sueños de José, atestigua el diverso grado de perplejidad de sus oyentes ante lo sobrenatural, que contrasta con la confiada y sencilla serenidad del soñador. En la escena evangélica contemplamos lo sobrenatural naturalizado, por decirlo así.

Es interesante meditar cómo los sueños del joven hijo de Jacob, particularmente cuando se ve reverenciado por el sol, la luna y las estrellas, deben haber tenido un valor simbólico singularísimo en la vida interior del otro José, esposo de la Virgen, para comprender la situación que le tocaba vivir, agregando una perspectiva personal a los anuncios proféticos que en su hogar se cumplían. Este punto está muy bien tratado por Michel Gasnier, O.P. en su libro Los silencios de San José, que es excelente para quienes quieran profundizar en nuestra religión, conociendo mejor al mayor de los santos, después de la Santísima Virgen María.

Y volviendo a Rembrandt, me parece un magnífico ejemplo para meditar sobre la capacidad del arte para alcanzar cúspides insuperables. En general creemos que mientras la ciencia y la tecnología se desarrollan, y van superando las cumbres alcanzadas, integrando a las anteriores, el arte alcanza sucesivas y aparentemente aisladas cumbres. Quizás esta situación se relaciona con aquella calificación de Pascal entre el espíritu de finura, que tiene que ver con el humanismo, y el espíritu de geometría, que representa a la ciencia.

Pero, aunque no nos resulte claro de entrada, la gran cordillera del humanismo y sus vertientes tiene tanta unidad como la ciencia, y si en principio se nos escapa, es por una cierta remolonería, una cierta desidia, muy humana, para dar el paso trascendente.

La humildad y la sencillez, que el joven José nos transmite tan bien, nos permiten superar esta situación, ocuparnos de lo invisible, que de eso se trata.

Pienso que estos dos grabados de Rembrandt nos hablan de estas cosas, basándose en su misma fuente, que es la Palabra de Dios.