Tomado del Blog del Diácono Novoa:
Padre Julio Alonso Ampuero:
SEMANA SANTA
Domingo de Ramos
La Pasión «por dentro»
Mt 27,11-54
Al entrar en la Semana Santa la Iglesia nos proclama
la Pasión de Jesucristo. Pero al escucharla o al leerla por nuestra cuenta
hemos de evitar un peligro. Tenemos el riesgo de asistir a ella como
espectadores que contemplan unos hechos sólo desde fuera. Porque lo que el
Espíritu Santo pretende es hacernos conocer cómo Cristo ha vivido la Pasión
«por dentro». Se trata de dejarnos iluminar esa interioridad de Cristo. Lo que
nos salva no son los simples sufrimientos de Cristo, sino el amor con que los
ha vivido, un amor que le ha llevado a dar la vida libremente por nosotros.
De hecho, en la oración colecta del domingo pasado
pedíamos a Dios Padre que «vivamos siempre de aquel mismo amor que llevó al
Hijo a entregarse a la muerte por la salvación del mundo». La liturgia no es
una representación teatral. Nos introduce en el misterio. Y al introducirnos en
él no sólo nos hace capaces de contemplarlo en toda su riqueza, sino que el
contacto con el misterio de Cristo nos transforma, pues Cristo mismo nos contagia
su vida, sus actitudes y sentimientos. No podemos entrar en la Semana Santa ni
vivirla con provecho si no estamos dispuestos a subir con Cristo a la cruz.
El relato de la Pasión según san Mateo subraya además cómo
en ella se cumplen las Escrituras. Todo estaba predicho. Nada ocurre por
casualidad. El plan del Padre se cumple. Y Cristo vive la Pasión en perfecta
obediencia a la voluntad del Padre, «para mostrar al género humano el ejemplo
de una vida sumisa a su voluntad» (oración colecta). Cristo puede decir con las
palabras del profeta: «El señor Dios me ha abierto el oído y yo no me he
rebelado ni me he echado atrás» (primera lectura). Adán desobedeció la voluntad
de Dios y nos trajo la ruina; Cristo obedece «hasta la muerte y muerte de cruz»
y nos salva (segunda lectura). En su obediencia al Padre y en su amor a los
hombres está nuestra salvación. Y esta salvación seguirá haciéndose presente
hoy si nosotros prolongamos la entrega de Cristo, su obediencia al Padre y su
amor a los hombres.
Jueves Santo
Hasta el extremo
Ex 12,1-14; 1Cor 11,23-26; Jn 13,1-15
«Los amó hasta el extremo». Estas palabras son la clave para
entender el triduo pascual, la pasión y muerte de Jesús, la eucaristía... Todo
ello es expresión y realización de ese amor hasta el extremo que lo ha dado
todo sin reservarse nada, que se ha hecho esclavo por nosotros. Es ese amor el
que está presente en cada misa y en cada sagrario: ¿cómo es posible la rutina o
el aburrimiento?, ¿cómo permanecer indiferente ante ese amor que sobrepasa toda
medida?
«Es la Pascua, el Paso del Señor». En cada misa es Cristo
mismo quien pasa junto a nosotros, quien desea entrar –si le dejamos– para
quedarse con nosotros. Pasa Cristo para hacernos pasar con Él de este mundo al
Padre. Si la vivo bien, cada misa me introduce más en Dios, en su seno y en su
corazón. La misa me introduce en el cielo, aunque siga viviendo aún sobre la
tierra.
«Haced esto en memoria». Estas palabras son el encargo de
perpetuar la eucaristía en el tiempo y el espacio. Pero no sólo. Incluyen el
mandato de vivir la misa, de hacer presente en nuestra vida todo lo que ella es
y significa: «Os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros,
vosotros también lo hagáis». La misa nos hace esclavos de nuestros hermanos y
nos impulsa a amarlos hasta el extremo. «Él dio la vida por nosotros: también
nosotros debemos dar la vida por los hermanos» (1Jn 3,16).
Viernes Santo
Mirar al Crucificado
Jn 18-19
«Jesús el Nazareno, el Rey de los judíos». Todo el relato de
la pasión según san Juan –especialmente el prendimiento y el diálogo con
Pilatos– manifiesta la soberanía y majestad de este Jesús que había dicho:
«Nadie me quita la vida, yo la doy voluntariamente» (Jn 10,18). Verdaderamente
Jesús reina desde la cruz. Ahora se cumple lo que Él mismo había anunciado: «Yo
cuando sea levantado de la tierra atraeré a todos hacia mí» (Jn 12,32). La
multitud inmensa de los redimidos es fruto de esta eficaz atracción del
Crucificado.
«Está cumplido». Jesús ha llevado a cabo perfectamente la
obra que el Padre le encomendó (Jn 17,4). Ha realizado el plan del padre, ha
cumplido las Escrituras, nada ha quedado a medias. La redención es un hecho
consumado y sólo falta que cada hombre acepte dejarse bañar por su sangre y
acuda a beber el agua que brota de su costado abierto. En Cristo estamos
salvados.
«Mirarán al que atravesaron». Si los que miraban la
serpiente de bronce en el desierto quedaban curados (Nm 21,4-9), ¡cuánto más
los que miran con fe al Hijo de Dios crucificado! (Jn 3,14-15). San Juan nos
invita a esa mirada contemplativa llena de fe. Esta mirada de fe permite que se
desencadene sobre nosotros el infinito amor salvador que se encuentra encerrado
en el corazón del Redentor traspasado por nuestros pecados.
Vigilia Pascual
Ha resucitado
Rm 6,3-11; Sal 117; Mt 28,1-10; Mc 16,1-8; Lc 24,1-12
«HA RESUCITADO». Así, con mayúsculas, aparece en el
Leccionario. Esta palabra es común a los tres sinópticos y aparece por tanto en
los tres ciclos. Es la noticia. La Iglesia vive de ella. Millones de cristianos
a lo largo de veinte siglos han vivido de ella. Es la noticia que ha cambiado
la historia: el Crucificado vive, ha vencido la muerte y el mal. Es el grito
que inunda esta noche santa como una luz potente que rasga las tinieblas. ¿En
qué medida vivo yo de este anuncio? ¿En qué medida soy portavoz de esta noticia
para los que aún no la conocen?
«Consideraos muertos al pecado y vivos para Dios». La
resurrección de Cristo es también la nuestra. Él no sólo ha destruido la
muerte, sino también el pecado, que es la verdadera muerte y causa de ella. La
resurrección de Cristo es capaz de levantarnos para hacernos llevar una vida de
resucitados. Ya no somos esclavos del pecado. Podemos vivir desde ahora en la
pertenencia a Dios, como Cristo. Podemos caminar en novedad de vida.
«La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra
angular». Las lecturas del A.T. son una síntesis de la historia de la
salvación, que culmina en Cristo. El Resucitado es la clave de todo. Todo se
ilumina desde Él. Sin Él, todo permanece confuso y sin sentido. ¿Le permito yo
que ilumine mi vida? ¿Soy capaz de acoger la presencia del Resucitado para
entender toda mi vida como historia de salvación?
Domingo de Resurrección
¡Ha resucitado!
Jn 20,1-9
«¡Ha resucitado!»: Es la noticia que hoy nos es gritada,
proclamada. Esta es la noticia. Es la certeza que se nos da a conocer. La gran
certeza, la que sostiene toda nuestra vida, la que le da sentido y valor. ¡Ha
resucitado! No podemos seguir viviendo como si Cristo no hubiese resucitado,
como si no estuviese vivo. No podemos seguir viviendo como si no le hubiera
sido sometido todo. No podemos seguir viviendo como si Cristo no fuera el
Señor, mi Señor. No podemos seguir viviendo «como si». Sólo cabe buscar con
ansia al Resucitado, como María Magdalena o los apóstoles; o mejor, dejarse
buscar y encontrar por Él.
«¡Ha resucitado!». También nosotros podemos ver, oír, tocar
al Resucitado (1 Jn 1,1). No, no es un fantasma (cfr. Lc 24, 37-43). Es real,
muy real. Cristo vive, quiere entrar en tu vida. Quiere transformarla. No,
nuestra fe no se basa en simples palabras o doctrinas, por hermosas que sean.
Se basa en un hecho, un acontecimiento. Sí, verdaderamente ha resucitado el
Señor. Para ti, para mí, para cada uno de todos los hombres. Hoy puede ser
decisivo para ti. Él quiere irrumpir en tu vida con su presencia iluminadora y
omnipotente. Es a Él, el mismo que salió del sepulcro, a quien encuentras en la
Eucaristía.
«¡Ha resucitado!». La noticia que hemos recibido hemos de
gritarla a otros. Si de verdad hemos tocado a Cristo, tampoco nosotros podemos
callar «lo que hemos visto y oído» (He 4,20). No somos sólo receptores. Cristo
resucitado nos constituye en heraldos, pregoneros de esta noticia. Una noticia
que es para todos. Una noticia que afecta a todos. Una noticia que puede
cambiar cualquier vida: «Cristo ha resucitado, está vivo, para ti, te busca, tú
eres importante para Él, ha muerto por ti, ha destruido la muerte, te infunde
su vida divina, te abre las puertas del paraíso, tus problemas tienen solución,
tu vida tiene sentido».
No hay comentarios.:
Publicar un comentario