¡Arriba los corazones!

"Sed tengo", "Sitio" en latín, es una de las siete palabra de Jesús en la Cruz. Es Su disponibilidad que convoca a la nuestra, invitándonos al “sacrificio de la alegría”: a “hacer de tripas corazón”, para mirarlo a Él.

¡Arriba los corazones! es una frase de aliento que nos remite al "Elevemos el corazón" de la Misa, que nos dispone para el sacrificio, dejando que Él nos dirija.

domingo, enero 04, 2009

LECTURAS DE LA MISA DEL SEGUNDO DOMINGO DEL TIEMPO DE NAVIDAD

La fiesta de la Epifanía, el 6 de enero, es de precepto en Uruguay, y no se celebra hoy. Luego, las lecturas de este domingo son las corrientes para el segundo domingo de Navidad, y se refieren a la Encarnación del Señor y la Filiación Divina:


Primera Lectura:

Libro del Eclesiástico (24, 1-34)

Elogio de la Sabiduría

24 1 La sabiduría hace el elogio de sí misma y se gloría en medio de su pueblo,
2
abre la boca en la asamblea del Altísimo y se gloría delante de su Poder:
3
“Yo salí de la boca del Altísimo y cubrí la tierra como una neblina.
4
Levanté mi carpa en las alturas, y mi trono estaba en una columna de nube.
5
Yo sola recorrí el circuito del cielo y anduve por la profundidad de los abismos.
6
Sobre las olas del mar y sobre toda la tierra, sobre todo pueblo y nación, ejercí mi dominio.
7
Entre todos ellos busqué un lugar de reposo, me pregunté en qué herencia podría residir.
8
Entonces, el Creador de todas las cosas me dio una orden, el que me creó me hizo instalar mi carpa, él me dijo: ‘Levanta tu carpa en Jacob y fija tu herencia en Israel’.
9
Él me creó antes de los siglos, desde el principio, y por todos los siglos no dejaré de existir.
10
Ante él, ejercí el ministerio en la Morada santa, y así me he establecido en Sión;
11
él me hizo reposar asimismo en la Ciudad predilecta, y en Jerusalén se ejerce mi autoridad.
12
Yo eché raíces en un Pueblo glorioso, en la porción del Señor, en su herencia.
13
Crecí como un cedro en el Líbano y como un ciprés en los montes del Hermón;
14
crecí como una palmera en Engadí y como los rosales en Jericó;
como un hermoso olivo en el valle, y como un plátano, me elevé hacia lo alto.
15
Yo exhalé perfume como el cinamomo,como el aspálato fragante y la mirra selecta,
como el gálbano, la uña aromática y el estacte, y como el humo del incienso en la Morada.
16
Extendí mis ramas como un terebinto, y ellas son ramas de gloria y de gracia.

Invitación a buscar la Sabiduría

17
Yo, como una vid, hice germinar la gracia, y mis flores son un fruto de gloria y de riqueza.
19 ¡Vengan a mí, los que me desean, y sáciense de mis productos!
20
Porque mi recuerdo es más dulce que la miel y mi herencia, más dulce que un panal.
21
Los que me coman, tendrán hambre todavía, los que me beban, tendrán más sed.
22
El que me obedezca, no se avergonzará, y los que me sirvan, no pecarán”.

La sabiduría y la Ley

23 Todo esto es el libro de la Alianza del Dios Altísimo, la Ley que nos prescribió Moisés como herencia para las asambleas de Jacob.
25
Ella hace desbordar la Sabiduría como el Pisón y como el Tigris en los días de los primero frutos;
26
inunda de inteligencia como el Eufrates y como el Jordán en los tiempos de la cosecha;
27
prodiga la instrucción como el Nilo, como el Guijón en los días de la vendimia.
28
El primero no terminó de conocerla y el último ni siquiera la vislumbra.
29
Porque su pensamiento es más vasto que el océano y su designio, más profundo que el gran Abismo.

La intención del autor del Libro

30 En cuanto a mí, como un canal que brota de un río, como una acequia, salí a un jardín

31 y dije: "Regaré mi huerta y empaparé mis canteros".

¡De pronto, mi canal se convirtió en un río, y mi río se transformó en un mar!

32 Aún haré brillar la instrucción como la aurorae irradiaré su luz lo más lejos posible;

33 aún derramaré la enseñanza como una profecía y la dejaré para las generaciones futuras.

34 Porque yo no he trabajado sólo para mí,sino para todos los que buscan la sabiduría.


Segunda Lectura:

Salmo 147 (146-147)


¡Aleluya!

HIMNO DE ALABANZA A DIOS, PROTECTOR DE SU PUEBLO

¡Aleluya!

El Señor, protector de los humildes


1 ¡Qué bueno es cantar a nuestro Dios,
qué agradable y merecida es su alabanza!
2 El Señor reconstruye a Jerusalén
y congrega a los dispersos de Israel;

3 sana a los que están afligidos y les venda las heridas.
4 Él cuenta el número de las estrellas
y llama a cada una por su nombre:

5 nuestro Señor es grande y poderoso,
su inteligencia no tiene medida.
6 El Señor eleva a los oprimidos
y humilla a los malvados hasta el polvo.

La Providencia universal de Dios

7 Respondan al Señor dándole gracias,
toquen la cítara para nuestro Dios.
8 El Señor cubre el cielo de nubes
y provee de lluvia a la tierra;
hace brotar la hierba en las montañas
y las plantas para provecho del hombre;

9 dispensa su alimento al ganado,
y a los pichones de cuervo que claman a él.
10 No le agrada el vigor de los caballos
ni valora los músculos del hombre:

11 el Señor ama a los que lo temen
y a los que esperan en su misericordia.

La eficacia de la Palabra de Dios

12 ¡Glorifica al Señor, Jerusalén,
alaba a tu Dios, Sión!
13 Él reforzó los cerrojos de tus puertas
y bendijo a tus hijos dentro de ti;

14 él asegura la paz en tus fronteras
y te sacia con lo mejor del trigo.
15 Envía su mensaje a la tierra,
su palabra corre velozmente;

16 reparte la nieve como lana
y esparce la escarcha como ceniza.
17 Él arroja su hielo como migas,
y las aguas se congelan por el frío;

18 da una orden y se derriten,
hace soplar su viento y corren las aguas.
19 Revela su palabra a Jacob,
sus preceptos y mandatos a Israel:

20 a ningún otro pueblo trató así
ni le dio a conocer sus mandamientos.

¡Aleluya!


Tercera Lectura:

Carta a los Efesios (1, 1-23)

El plan de salvación

3 Bendito sea Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo,
que nos ha bendecido en Cristo
con toda clase de bienes espirituales en el cielo,
4 y nos ha elegido en él, antes de la creación del mundo,
para que fuéramos santos
e irreprochables en su presencia, por el amor.
5 Él nos predestinó a ser sus hijos adoptivos
por medio de Jesucristo,
conforme al beneplácito de su voluntad,
6 para alabanza de la gloria de su gracia,
que nos dio en su Hijo muy querido.
7 En él hemos sido redimidos por su sangre
y hemos recibido el perdón de los pecados,
según la riqueza de su gracia,
8 que Dios derramó sobre nosotros,
dándonos toda sabiduría y entendimiento.
9 Él nos hizo conocer el misterio de su voluntad,
conforme al designio misericordioso
que estableció de antemano en Cristo,
10 para que se cumpliera en la plenitud de los tiempos:
reunir todas las cosas, las del cielo y las de la tierra,
bajo un solo jefe, que es Cristo.
11 En él hemos sido constituidos herederos,
y destinados de antemano –según el previo designio
del que realiza todas las cosas conforme a su voluntad–
12 a ser aquellos que han puesto su esperanza en Cristo,
para alabanza de su gloria.
13 En él, ustedes,
los que escucharon la Palabra de la verdad,
la Buena Noticia de la salvación,
y creyeron en ella,
también han sido marcados con un sello
por el Espíritu Santo prometido.
14 Ese Espíritu es el anticipo de nuestra herencia
y prepara la redención del pueblo
que Dios adquirió para sí,
para alabanza de su gloria.

La supremacía de Cristo

15
Por eso, habiéndome enterado de la fe que ustedes tienen en el Señor Jesús y del amor que demuestran por todos los hermanos,
16
doy gracias sin cesar por ustedes, recordándolos siempre en mis oraciones.
17
Que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, les conceda un espíritu de sabiduría y de revelación que les permita conocerlo verdaderamente.
18
Que él ilumine sus corazones, para que ustedes puedan valorar la esperanza a la que han sido llamados, los tesoros de gloria que encierra su herencia entre los santos,
19
y la extraordinaria grandeza del poder con que él obra en nosotros, los creyentes, por la eficacia de su fuerza. Este es el mismo poder
20
que Dios manifestó en Cristo, cuando lo resucitó de entre los muertos y lo hizo sentar a su derecha en el cielo,
21
elevándolo por encima de todo Principado, Potestad, Poder y Dominación, y de cualquier otra dignidad que pueda mencionarse tanto en este mundo como en el futuro.
22
Él puso todas las cosas bajo sus pies y lo constituyó, por encima de todo, Cabeza de la Iglesia,
23
que es su Cuerpo y la Plenitud de aquel que llena completamente todas las cosas.



Cuarta Lectura:

Evangelio de San Juan 1, 1-30


1 Al principio existía la Palabra,y la Palabra estaba junto a Dios,
y la Palabra era Dios.
2
Al principio estaba junto a Dios.
3
Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra
y sin ella no se hizo nada de todo lo que existe.
4
En ella estaba la vida,
y la vida era la luz de los hombres.
5
La luz brilla en las tinieblas,
y las tinieblas no la recibieron.
6
Apareció un hombre enviado por Dios,
que se llamaba Juan.
7
Vino como testigo,
para dar testimonio de la luz,
para que todos creyeran por medio de él.
8
Él no era la luz,
sino el testigo de la luz.
9
La Palabra era la luz verdadera
que, al venir a este mundo,
ilumina a todo hombre.
10
Ella estaba en el mundo,
y el mundo fue hecho por medio de ella,
y el mundo no la conoció.
11
Vino a los suyos,
y los suyos no la recibieron.
12
Pero a todos los que la recibieron,
a los que creen en su Nombre,
les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios.
13
Ellos no nacieron de la sangre,
ni por obra de la carne,
ni de la voluntad del hombre,
sino que fueron engendrados por Dios.
14
Y la Palabra se hizo carne
y habitó entre nosotros.
Y nosotros hemos visto su gloria,
la gloria que recibe del Padre como Hijo único,
lleno de gracia y de verdad.
15
Juan da testimonio de él, al declarar:
«Este es aquel del que yo dije:
El que viene después de mí
me ha precedido,
porque existía antes que yo».
16
De su plenitud, todos nosotros hemos participado
y hemos recibido gracia sobre gracia:
17
porque la Ley fue dada por medio de Moisés,
pero la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo.
18
Nadie ha visto jamás a Dios;
el que lo ha revelado es el Hijo único,
que es Dios y está en el seno del Padre.

El testimonio de Juan el Bautista

Jesús, el Cordero de Dios

Mt. 3. 3, 11 Mc. 1. 3, 7-8 Lc. 3. 4, 16
19 Este es el testimonio que dio Juan, cuando los judíos enviaron sacerdotes y levitas desde Jerusalén, para preguntarle: «¿Quién eres tú?».
20
Él confesó y no lo ocultó, sino que dijo claramente: «Yo no soy el Mesías».
21
«¿Quién eres, entonces?», le preguntaron: «¿Eres Elías?». Juan dijo: «No». «¿Eres el Profeta?». «Tampoco», respondió.
22
Ellos insistieron: «¿Quién eres, para que podamos dar una respuesta a los que nos han enviado? ¿Qué dices de ti mismo?».
23
Y él les dijo: «Yo soy
una voz que grita en el desierto:
Allanen el camino del Señor,
como dijo el profeta Isaías».
24
Algunos de los enviados eran fariseos,
25
y volvieron a preguntarle: «¿Por qué bautizas, entonces, si tú no eres el Mesías, ni Elías, ni el Profeta?».
26
Juan respondió: «Yo bautizo con agua, pero en medio de ustedes hay alguien al que ustedes no conocen:
27
él viene después de mí, y yo no soy digno de desatar la correa de su sandalia».
28
Todo esto sucedió en Betania, al otro lado del Jordán, donde Juan bautizaba.
29
Al día siguiente, Juan vio acercarse a Jesús y dijo: «Este es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.
30
A él me refería, cuando dije:
Después de mí viene un hombreque me precede,
porque existía antes que yo.



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