Casi todos los santos tienen una única fiesta en el año, generalmente en la fecha de la muerte, que es la del nacimiento al cielo. Pero San Juan Bautista, tiene también dos fiestas: el día de su nacimiento, el 24 de junio, y el día de su muerte, que fue la semana pasada, el 29 de agosto.
Son santos especialmente cercanos a Nuestro Señor Jesucristo.
De la Santísima Virgen festejamos su concepción inmaculada (el 8 de diciembre), su nacimiento (el 8 de setiembre). Y la fiesta de la Asunción (al Cielo), el 15 de agosto, es la fecha de su muerte. Por ser la madre de Jesús, ella está asociada a estas mismas fiestas en la vida de su Hijo: el 25 de marzo es la Anunciación, que es el día de la concepción de Jesús; el 25 de diciembre y su víspera celebramos la Navidad, que es el Nacimiento de Jesús y el Viernes Santo su Pasión y Muerte.
Estas fiestas familiares se extienden también a sus apariciones, que son auténticas visitas, y a otras tradiciones, siempre acordes con la verdad que la Iglesia protege. Notable es la aparición de la Virgen de Guadalupe, en México, en 1531, que es la bellísima imagen que ilustra esta entrada: una verdadera fotografía, cuya historia vale la pena conocer. Un gran signo: "No hizo nada igual con ninguna otra nación", dijo el Papa Benedicto XIV al aprobar esta fiesta, con frase del Libro de los Salmos. Porque la verdad de la Iglesia es la Revelación, que tiene su origen en Abraham, a través del pueblo judío, cuyos libros comparte.
Es extraordinario cómo a través de la Iglesia alcanzamos la conciencia de esta familiaridad y vivimos con toda naturalidad sus alcances. Hay un "empalme" prácticamente imperceptible por el cual se da una continuidad en la fe, que enraiza en la familiaridad con la verdad a todo nivel, es decir con todo lo bueno: que a veces se nos escapa, si vivimos encerrados en nosotros mismos. Pero podemos llegar a conocer con toda naturalidad, gracias al "abandono radical de toda forma de repliegue sobre uno mismo, en la salida de sí y en la auto-trascendencia" que es obra de la Redención.
La Teología nos enseña que éste es justamente el singularísimo aporte de la Virgen y de Jesús a todo el género humano . Lo que aprendemos al acercanos a Jesús y a la Virgen es que a ellos y sólo a ellos (luego, a través de la Iglesia), les debemos ese poder salir radicalmente de nuestros repliegues para querer el querer de Dios. Y es gracias a ellos, a través de la Iglesia, que este bien está al alcance de todo hombre y de toda mujer.
Comprendida la participación de la Virgen, entendemos el tema de la Corredención. Y vamos a explicarlo un poquito. Nunca en la Iglesia hay inventos. Simplemente nos ayuda a reconocer lo que tantas veces está a la vista y otras veces un poco más oculto, pero siempre decididamente "visible" para la fe, que -no nos olvidemos- se asienta en la inteligencia.
Jesús nos redime porque es Dios y hombre a la vez: el único hombre que es Dios. Y nos redime "instruyéndonos" en su querer, por encima de nuestros vericuetos, porque todo el proceso de su encarnación lo hace posible. Thomas Merton desarrolla magníficamente este tema en "El hombre nuevo". Pero si escuchamos atentamente el Evangelio de Juan (capítulo 6, vs. 41-51), que se leyó en las misas de hace tres semanas, el domingo 13 de agosto, encontramos ese "empalme" entre Dios y los hombres a través de Jesucristo, dicho muy simplemente por él mismo:
"Está escrito en los profetas: Y serán todos instruidos por Dios.Jesús, pues, es el único que viene de Dios y ha visto al Padre, con quien, nos lo dice él mismo (Juan 14, 6-14), se identifica. Y la Virgen es su Madre. Y gracias a ellos, nosotros somos instruidos por Dios. Nosotros no tenemos normalmente noción de cómo serían las cosas sin ese puente. Qué disgregados y sin horizontes viviríamos. En "Mero Cristianismo", el pensador anglicano C.S. Lewis nos da una idea. Y el Cardenal Charles Journet nos explica extraordinariamente todo lo relativo a la función de la Iglesia, a un nivel de divulgación en "Charlas acerca de la Gracia", y mucho más técnico y completo en "La Iglesia del Verbo Encarnado". En un nivel más general, es notable la explicación del Cardenal J.H. Newman en su sermón "El mundo y el pecado" (The world and sin).
Todo el que escucha al Padre y recibe su enseñanza, viene a mí.
Esto no significa que alguien haya visto al Padre.Solamente aquél que ha venido de Dios ha visto al Padre".
"La Madre del Salvador" es un libro del Padre R. Garrigou-Lagrange, en el cual explica cómo todas las gracias que le fueron otorgadas a la Santísima Virgen lo fueron en orden a su maternidad divina, que le da una trascendencia única a su vida, y la convierte también en nuestra madre, y en definitiva en corredentora: es la puerta por donde Jesús, que es Dios, se hace hombre y así "entra" en la humanidad, es decir en nuestro mundo.
San Luis Grignion de Monfort desarrolla en un estilo enérgico y encantador las connotaciones teológicas de todo esto. Nació a fines del Siglo XVII, y abrió la senda de "la esclavitud de María", que Juan Pablo II adoptó de corazón, reflejada en su lema "Totus Tuus", tierna y exigente, que a mí se me hace afín a San Juan de la Cruz, y a las enseñanzas de la Infancia Espiritual, eminentemente difundidas por Santa Teresita y San Josemaría. Por ejemplo, San Luis Grignion de Monfort, decía:"Si no arriesgamos nada por Dios, nunca haremos por El algo que valga la pena", ó "Una de las razones principales por las que el Espíritu Santo no realiza obras maravillosas en las almas es que no encuentra en ellas unión suficientemente estrecha con su fiel e indisoluble esposa, la Virgen Maria..."
La Iglesia puede explicarnos todas estas cosas, tan entrañables, consoladoras y ¡comprometedoras!
En este enlace podemos leer sobre la historia y el origen de esta festividad.
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