LECTURAS DEL DOMINGO
2 de enero de 2011
Domingo 2 – 2º domingo después de Navidad. Blanco.
PRIMERA LECTURA
Lectura del libro del Eclesiástico. Ecli 24, 1-2. 8-12
La Sabiduría hace el elogio de sí misma y se gloría en medio de su pueblo, abre la boca en la asamblea del Altísimo y se gloría delante de su Poder. “El Creador de todas las cosas me dio una orden, el que me creó me hizo instalar mi carpa, él me dijo: ‘Levanta tu carpa en Jacob y fija tu herencia en Israel’. Él me creó antes de los siglos, desde el principio, y por todos los siglos no dejaré de existir. Ante él, ejercí el ministerio en la Morada santa, y así me he establecido en Sión; él me hizo reposar asimismo en la Ciudad predilecta, y en Jerusalén se ejerce mi autoridad. Yo eché raíces en un Pueblo glorioso, en la porción del Señor, en su herencia”.
Palabra de Dios.
Comentario
La sabiduría de Dios comparte la vida de sus hijos, se hace parte de nuestras vidas conviviendo con nosotros. Por eso, al tener el corazón abierto, podemos contemplar lo que Dios quiere decirnos.
SALMO Sal 147, 12-15. 19-20
R. La Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. O bien: Aleluya.
¡Glorifica al Señor, Jerusalén,
alaba a tu Dios, Sión!
Él reforzó los cerrojos de tus puertas
y bendijo a tus hijos dentro de ti. R.
alaba a tu Dios, Sión!
Él reforzó los cerrojos de tus puertas
y bendijo a tus hijos dentro de ti. R.
Él asegura la paz en tus fronteras
y te sacia con lo mejor del trigo.
Envía su mensaje a la tierra,
su palabra corre velozmente. R.
y te sacia con lo mejor del trigo.
Envía su mensaje a la tierra,
su palabra corre velozmente. R.
Revela su palabra a Jacob,
sus preceptos y mandatos a Israel:
a ningún otro pueblo trató as
í ni le dio a conocer sus mandamientos. R.
sus preceptos y mandatos a Israel:
a ningún otro pueblo trató as
í ni le dio a conocer sus mandamientos. R.
SEGUNDA LECTURA
Lectura de la Carta del Apóstol San Pablo a los Cristianos de Éfeso. Ef 1, 3-6. 15-18
Bendito sea Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en Cristo con toda clase de bienes espirituales en el cielo, y nos ha elegido en él, antes de la creación del mundo, para que fuéramos santos e irreprochables en su presencia, por el amor. Él nos predestinó a ser sus hijos adoptivos por medio de Jesucristo, conforme al beneplácito de su voluntad, para alabanza de la gloria de su gracia, que nos dio en su Hijo muy querido. Por eso, habiéndome enterado de la fe que ustedes tienen en el Señor Jesús y del amor que demuestran por todos los hermanos, doy gracias sin cesar por ustedes, recordándolos siempre en mis oraciones. Que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, les conceda un espíritu de sabiduría y de revelación que les permita conocerlo verdaderamente. Que él ilumine sus corazones, para que ustedes puedan valorar la esperanza a la que han sido llamados, los tesoros de gloria que encierra su herencia entre los santos.
Palabra de Dios.
Comentario
“El himno (3, 1-14) proclama cómo actúa Dios en nuestra vida. El Padre nos elige como hijos desde antes de la creación del mundo y nos envuelve en su amor. El Hijo nos rescata del pecado; derrocha abundantemente su sabiduría, su gracia y su inteligencia sobre nosotros, y nos hace herederos de su gloria. El Espíritu Santo nos sella para la redención del pueblo de Dios y nos convierte en himno vivo de alabanza a Dios” (Comentario de la Biblia Católica para jóvenes).
Aleluya. Gloria a ti, Cristo, proclamado a los paganos; gloria a ti, Cristo, creído en el mundo. Aleluya.
EVANGELIO
Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo según San Juan. Jn 1, 1-18
Al principio existía la Palabra, y la Palabra estaba junto a Dios, y la Palabra era Dios. Al principio estaba junto a Dios. Todas las cosas fueron hechas por medio de la Palabra y sin ella no se hizo nada de todo lo que existe. En ella estaba la vida, y la vida era la luz de los hombres. La luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la percibieron. Apareció un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan. Vino como testigo, para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él. Él no era la luz, sino el testigo de la luz. La Palabra era la luz verdadera que, al venir a este mundo, ilumina a todo hombre. Ella estaba en el mundo, y el mundo fue hecho por medio de ella, y el mundo no la conoció. Vino a los suyos, y los suyos no la recibieron. Pero a todos los que la recibieron, a los que creen en su Nombre, les dio el poder de llegar a ser hijos de Dios. Ellos no nacieron de la sangre, ni por obra de la carne, ni de la voluntad del hombre, sino que fueron engendrados por Dios. Y la Palabra se hizo carne y habitó entre nosotros. Y nosotros hemos visto su gloria, la gloria que recibe del Padre como Hijo único, lleno de gracia y de verdad. Juan da testimonio de él, al declarar: “Éste es Aquel del que yo dije: El que viene después de mí me ha precedido, porque existía antes que yo”. De su plenitud, todos nosotros hemos participado y hemos recibido gracia sobre gracia: porque la Ley fue dada por medio de Moisés, pero la gracia y la verdad nos han llegado por Jesucristo. Nadie ha visto jamás a Dios; el que lo ha revelado es el Dios Hijo único, que está en el seno del Padre.
Palabra del Señor.
Comentario
¿Cuándo hemos visto la Gloria de Dios? ¿Cómo? ¿Dónde? El himno que hoy leemos nos debe ayudar a comprender que, como la Palabra se hizo carne, debemos ver esta Gloria justamente en la humanidad de Jesús, y en toda la humanidad. Cada hombre y cada mujer manifiesta de alguna manera, la Gloria de Dios.
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