Para comenzar, un texto del Padre José Antonio Fortea:
La gente suele pensar que los pactos con el demonio sólo existen en la literatura. Están equivocados. Hay personas que conscientemente, con toda advertencia, pactan con el Diablo y le entregan el alma con tal de conseguir algo en esta vida. La idea de un pacto formal con el demonio aparece por primera vez en el siglo V en los escritos de San Jerónimo. Este padre de la Iglesia cuenta como un joven para obtener los favores de una bella mujer fue a un mago, el cual le impone como pago por sus servicios el renunciar a Cristo con un escrito. Tenemos en el siglo VI, una segunda aparición de este tipo de pacto en la leyenda de Teófilo, quien accede a ser un servidor del Diablo y firma un pacto formal. Esta leyenda se extendió por Europa en la Edad Media.
¿Es posible un pacto con el demonio? Por supuesto uno puede firmar un papel, pero no se le va a presentar el demonio ni para entregarle el papel, ni para recogerlo. Cuando uno hace un pacto de este tipo siempre espera que se aparezca alguien, pero es uno mismo el que tiene que escribir los términos, y tampoco aparece nadie una vez firmado el pacto, con lo cual uno se queda con el papel en la mano. Todo lo cual suele ser bastante desesperanzador para el que se esperaba que sucediera algo. Aun así, si uno invoca al Diablo muchas veces pueden suceder cosas, lo mismo que en el espiritismo. Pero no necesariamente. A esta escena tan poco teatral, tan desanimadora para el que creía que iba a haber alguna aparición, hay que añadir:
1º Que firmar ese pacto no significa obtener una vida de riqueza, honor y lujuría desenfrenada. Yo he conocido personalmente a dos personas que hicieron ese pacto y, francamente, su nivel de vida era peor incluso que el mío. Tampoco parece que en aspecto carnal el Diablo fuera especialmente generoso con ambos. Eso se debe a que el Diablo no es Dios y no puede dar lo que quiera.
2º El alma puede arrepentirse siempre que quiera con un simple acto de su voluntad. Arrepintiéndose, el pacto queda en papel mojado fueran cuales fueran los terminos del contrato. Incluso aunque se excluyera la posibilidad del arrepentimiento, esta clausula no sirve de nada. Dios que nos ha dado la libertad para hacer lo que queramos, no nos ha dado libertad para renunciar a la libertad. Esto es válido también en la eternidad, en el cielo o en el infierno seguiremos siendo libres. Sólo que en el cielo ya no querremos pecar, y en el infierno ya no querremos arrepentirnos.
Muchos piensan que el triunfo en los negocios o la profesión sí que la puede dar el Diablo. Pero la razón por la que el mismo Diablo no puede conceder ni siquiera eso a sus siervos es porque el éxito de una empresa o en una profesión depende de la concatenación de muchas causas y factores. El demonio sólo puede tentar, así por ejemplo puede tentar a un jefe a que escoja a un empleado en vez de a otro. Pero la tentación se puede superar, y por tanto ni una cosa tan simple como esa es segura ni con un pacto con el demonio.
El gran poder del pacto con el demonio es hacer pensar a la persona que ya está condenada haga lo que haga. Es difícil hacer entender a una persona que ha firmado tal trato que sigue siendo tan libre como antes. Pero es así.
Este texto y su conclusión son sublimes.
El Padre Fortea establece en estos párrafos la tenebrosa, aunque precaria, realidad de la existencia de los pactos con el demonio. Precaria por el señorío del alma para deshacerse de ellos en cualquier momento con un simple acto de su voluntad, por el arrepentimiento, ya que Dios –como el Padre del Hijo Pródigo–, nunca la abandona, y es por tanto en su libérrima libertad muchísimo más poderosa ella misma que el demonio.
Nuestra relación con Dios es la clave de nuestra vida, que conocemos por la iniciativa divina de la Revelación. Estamos hechos para entender su compromiso con nuestro destino, y apreciar la paciencia y la misericordia con que acompaña nuestro rumbo, promoviendo nuestra fidelidad al bien, realidades que alcanzamos por la humildad. Éste es el poderoso mensaje de Jesús Misericordioso, que recibimos de Santa María Faustina, impulsado por Juan Pablo II. También la Infancia Espiritual, medular en el apostolado de Santa Teresita y de San Josemaría, iluminan a nuestro tiempo desde esta perspectiva.
Lo sustancial es confiar siempre en Dios, pase lo que pase. En el Antiguo Testamento, el Profeta Miqueas (6:8) resume en este concepto (el de la confianza en Dios, el abandono en sus manos) el sentido de la Revelación:
Nuestra relación con Dios es la clave de nuestra vida, que conocemos por la iniciativa divina de la Revelación. Estamos hechos para entender su compromiso con nuestro destino, y apreciar la paciencia y la misericordia con que acompaña nuestro rumbo, promoviendo nuestra fidelidad al bien, realidades que alcanzamos por la humildad. Éste es el poderoso mensaje de Jesús Misericordioso, que recibimos de Santa María Faustina, impulsado por Juan Pablo II. También la Infancia Espiritual, medular en el apostolado de Santa Teresita y de San Josemaría, iluminan a nuestro tiempo desde esta perspectiva.
Lo sustancial es confiar siempre en Dios, pase lo que pase. En el Antiguo Testamento, el Profeta Miqueas (6:8) resume en este concepto (el de la confianza en Dios, el abandono en sus manos) el sentido de la Revelación:
Oh hombre, Él te ha declarado qué sea lo bueno, y qué pide de ti el Señor: solamente hacer juicio y amar misericordia, y humillarte para andar con tu Dios.
En nuestra vida interior, que es ámbito de la libertad, acontece nuestro encuentro con Dios, y es así que el sentido común entronca (en continuidad) con el sensus fidei, un tema que aparece en la encíclica Fides et Ratio (y en la base de Veritatis Splendor), y que Jacques Maritain explica muy bien en un corto párrafo de "El campesino del Garona".
En "La fe según San Juan de la Cruz", su tesis doctoral, Juan Pablo II analiza este tema y muestra cómo este "entronque" –fundamento del camino de la santidad, al alcance en su medida por los no cristianos–, se produce por el poder del amor, fruto de la voluntad, que logra suavizar, como un aceite, la reacción de los sentidos ante las mociones divinas. En su carta apostólica "Maestro en la Fe", de fines de 1990, nos cuenta cómo San Juan de la Cruz desentraña, a la manera del orfebre que purifica el oro, la esencia de la fe. Y resume: En la vida de fe, el misterio de la cruz de Cristo es referencia habitual y norma de vida cristiana: "Cuando se le ofreciere algún sinsabor y disgusto, acuérdese de Cristo crucificado y calle. Viva en fe y esperanza, aunque sea a oscuras, que en esas tinieblas ampara Dios al alma" [26] . La fe se convierte en llama de caridad, más fuerte que la muerte, semilla y fruto de resurrección: "No piense otra cosa -escribe el santo en un momento de prueba- sino que todo lo ordena Dios; y adonde no hay amor, ponga amor, y sacará amor" [27] . Porque, en definitiva: "A la tarde te examinarán en el amor" [28] .
“El horizonte sobrenatural de nuestra vida” podemos llamar a este "lugar de la libertad", tomando conceptos de San Josemaría, quien dedicó su vida a enseñarnos que existe ese ámbito donde realmente “se juntan el cielo y la tierra”, donde el amor se hace operativo por la fe (que a lo mejor desconocemos). Es en nuestro corazón. Y nos movía a hacernos cargo, nada menos, de que “estas crisis mundiales son crisis de santos”. Podríamos decir que "todo el dolor del mundo" responde a las "crisis" de santidad.
Esta idea no cala fácilmente en el gran público, a nivel masivo (porque el silenciamiento de los sentidos por el amor que promueve es la Cruz misma, que podemos asumir porque Jesús la asumió, y lo hacemos uno por uno). Pero seguramente está llamada a “calar”, actuando como la levadura en la masa.
Me pregunto ¿qué otra cosa puede ser la manifestación de los hijos de Dios, de la que habla San Pablo, más que la toma de conciencia general de esta línea directa con Dios, de su amistad, en la que todos estamos llamados a entrar y a vivir conscientemente, promotora del amor, que nace de la iniciativa divina, a través de la Iglesia, y específicamente de la Eucaristía, como explica tan bien la encíclica Ecclesia de Eucharistia?
Luego, es gracias a la Iglesia –aunque no lo sepamos– y a Jesús actuando en ella y desde ella, que nos llega la moción que nos permite creer en Él, y aun antes, por su mediación, hace posible a todo hombre la rectitud y la sensatez. El Cardenal Newman explica estas cosas en su sermón The world and sin. Y en un libro sencillísimo, Charlas acerca de la gracia (en Internet en formato pdf), el Cardenal Journet lo desgrana en profundidad.
"Las fronteras de la Iglesia pasan por el corazón de los hombres" es una frase del Cardenal Journet, citada por Jacques Maritain en El Campesino del Garona, que resume muy bien parte de los conceptos que he tratado de exponer.
"Las fronteras de la Iglesia pasan por el corazón de los hombres" es una frase del Cardenal Journet, citada por Jacques Maritain en El Campesino del Garona, que resume muy bien parte de los conceptos que he tratado de exponer.
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