¡Arriba los corazones!

"Sed tengo", "Sitio" en latín, es una de las siete palabra de Jesús en la Cruz. Es Su disponibilidad que convoca a la nuestra, invitándonos al “sacrificio de la alegría”: a “hacer de tripas corazón”, para mirarlo a Él.

¡Arriba los corazones! es una frase de aliento que nos remite al "Elevemos el corazón" de la Misa, que nos dispone para el sacrificio, dejando que Él nos dirija.

sábado, octubre 02, 2010

A 82 años de la fundación del Opus Dei

Residencia de los misioneros de San Vicente de Paul en Madrid, 
y al lado, la Parroquia de Nuestra Señora de los Ángeles

En la página del Opus Dei, el relato sobre la fundación de la Obra comienza así:

El 30 de septiembre de 1928 D. Josemaría se dirigió a la Residencia de los misioneros de San Vicente de Paul, para participar en unos ejerci­cios espirituales que durarían hasta el 6 de octubre. El segundo día de ese retiro espiritual, el martes 2 de octubre, después de haber celebrado la Misa y recogido en su habitación, mientras releía y meditaba las anotaciones que había ido recogiendo en los últimos diez años, "vio" el Opus Dei: recibió una inspiración de Dios que le ilustraba con claridad sobre lo que debía ser el Opus Dei, su naturaleza, su espíritu y su apostolado.
Recibí la iluminación sobre toda la Obra, mientras leía aquellos papeles. Conmovido me arrodillé ‑estaba solo en mi cuarto, entre plática y plática‑ di gracias al Señor, y recuerdo con emoción el tocar de las campanas de la parroquia de N. Sra. de los Ángeles. (... ) recopilé con alguna unidad las notas sueltas, que hasta entonces venía tomando. (...) Desde aquel día el borrico sarnoso se dio cuenta de la hermosa y pesada carga que el Señor, en su bondad inexplicable, ha bía puesto sobre sus espaldas. Ese día el Señor fundó su Obra.
(Anotación del Fundador del Opus Dei en sus Apuntes íntimos, n. 306 (2‑X‑1931)) 
En junio de 1948, apunta:
Yo no puse a la Obra ningún nombre. Hubiera deseado, de ser posible ‑no lo era‑, que no hubiera tenido nombre, ni personalidad jurídica (...). Mientras, llamábamos a nuestra labor sencillamente así: "La Obra".
(Anotación del Fundador del Opus Dei en sus Apuntes íntimos, n. 1867 (14‑VI‑1948)) 
D. Josemaría había comenzado su retiro (de seis días) el 30 de setiembre, cuando se cumplían 31 años de la muerte de Santa Teresita (que había sido beatificada en 1925).


Y el 2 de octubre, revisando sus apuntes de años, comprende por dónde va lo que Dios le había hecho presentir desde sus 15 años.  Personalmente, como cooperadora de la Obra desde hace más de 40 años, la siento como una cristalización de aquella poderosa súplica de Teresita:


Oh. Jesús, si pudiera yo publicar tu inefable condescendencia a todas las almas pequeñitas! Creo que si, por un imposible, encontraras una más débil que la mía, te complacerías en colmarla de mayores gracias aún, con tal que confiara por entero en tu infinita misericordia. 
Mas ¿por qué, Bien mío, deseo tanto comunicar los secretos de tu amor? ¿No fuiste tú solo quien me los enseñaste? ¿Y no puedes revelarlos a los demás? Ciertamente que sí; y puesto que lo sé, te conjuro que lo hagas; ¡te suplico que fijes tus divinos ojos en todas las almas pequeñitas, y te escojas en este mundo una legión de víctimas pequeñas dignas de tu amor!
El 2 de octubre, día que sigue a la fiesta de la santa, corresponde a la fiesta de los Ángeles Custodios.  Casualmente, y muy emocionante para él, las campanas de la vecina parroquia de Nuestra Señora de los Ángeles comienzan a sonar en el mismo momento en que se arrodilla para dar gracias por "la hermosa y pesada carga" que debe enfrentar.  Como dice en uno de los textos transcritos, y lo repitió siempre, sólo se sentía "un borrico" (acá agrega "sarnoso").  Pero este burrito lleva en su grupa al Evangelio, y nos lo transmite cargado con los secretos de amor que deseaba Teresita, desde un punto de vista totalmente laical, que en 1928 todavía no existía, y con una espiritualidad firmemente asentada sobre el fundamento de las Escrituras

Me gusta pensar que también lo asocia a Teresita, el que la vocación al sacerdocio, con la expectativa de "algo más", arranca  al ver las huellas de un carmelita que caminaba en la nieve "con los pies descalzos por amor a Dios", y luego se fue delineando, muchas veces "aún a su pesar", nos dice, al influjo de otras íntimas conmociones, a la manera de Teresita:
Las Navidades de 1917-1918 fueron extremadamente frías. El termómetro se mantuvo a catorce grados bajo cero durante muchos días y la ciudad quedó casi paralizada. Un día de aquellos, tras una fuerte nevada, sucedió un hecho que, aunque pueda parecer intrascendente, cambió el horizonte de su vida: vio unas huellas en la nieve, las huellas de un carmelita que caminaba con los pies descalzos por amor a Dios.
Al ver aquellas huellas, Josemaría experimentó en su alma una profunda inquietud divina que le suscitó un fuerte deseo de entrega. Otros hacían tantos sacrificios por Dios y él —se preguntó—... ¿no era capaz de ofrecerle nada?

Eran, según él, cosas aparentemente inocentes con las que el Señor lo iba preparando y con las que se valía para meter en su alma esa inquietud divina, aunque fuera, así lo decía, “a pesar mio”. Era la razón por la que “he entendido muy bien aquel amor tan humano y tan divino de Teresa del Niño Jesús, que se conmueve cuando por las páginas de un libro asoma una estampa con la mano herida del Redentor. También a mí me han sucedido cosas de este estilo, que me removieron y me llevaron a la comunión diaria, a la purificación, a la confesión... y a la penitencia”.
Acá se pueden leer y descargar algunas de las muchas y excelentes biografías de San Josemaría publicadas en distintos países.







Tomado de Pensar por Libre
  

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